martes, 19 de noviembre de 2019

(c) El problema del taxi

Un taxi es un objeto normalmente privado, que desempeña un servicio público. Ciertamente los objetos privados deberían realizar trabajos de naturaleza privada y los objetos públicos, trabajos de naturaleza pública. Esto ya supone un problema. El ayuntamiento, lógicamente tendría que ser propietario de una flota de taxis y obligar a pagar una cuota, una parte del beneficio, si existiera, a todos aquellos que quisieran ejercer de taxistas. Pero esto no es así. El servicio de llevar a una persona de un lugar a otro tiene naturaleza privada. Nadie coge un taxi sin ninguna necesidad, aunque cualquier persona puede convertirse fácilmente en taxista. Si el servicio ejercido es privado, el ayuntamiento no puede comprar una flota de taxis y tampoco ejercer como proveedor de dicho servicio.

Entonces por qué decimos que es un servicio público. Es simplemente una forma errónea de hablar, una forma no lógica. El hecho de que el servicio se desarrolle dentro de un municipio, posibilita al ayuntamiento, crear una licencia, un nuevo derecho económico. Si no hubiera licencias, el número de taxis aumentaría con las crisis, es decir, aflorarían problemas similares a los de transporte de paquetes y bultos, intrusismo profesional, bajos salarios, mayor riesgo...etc. Puesto que las licencias son limitadas y la cantidad de demandantes del servicio aumentan por encima del número de licencias, éstas se revalorizan. Es decir, se genera, un nuevo objeto, derivado de la regulación o restricción de la oferta. Este nuevo objeto tiene doble filo, ya que nace vulnerando la libertad de competencia, relacionado con el principio de libertad e igualdad, un derecho político. Es legal pero representa una no ética.

Todo lo anterior es aprovechado por empresas que ofrecen el servicio a través de app´s, copiando o no, modelos americanos. La flota de taxis es comprada por una empresa para explotar el servicio o subarrendarlo a otra empresa. El taxista autónomo se convierte en trabajador por cuenta ajena. Ya no existen, en este caso, plusvalías de licencias, sino posiblmente jornadas largas de trabajo, horarios nocturnos, mano de obra inmigrante, bajos salarios y toda aquella no ética relacionada con el sector. Ciertamente, en estos casos, el conductor ya no tiene nada que ver con la administración. Esta relación era más psicológica que real, ya que descansaba en las letras SP.

La solución al problema ha sido salomónica. La libertad de empresa supone poder crear una empresa de transporte de personas sin grandes problemas. Sin embargo, esta actividad también finalmente requiere de regulación para evitar un exceso de oferta, lo que representa posiblemente la necesidad de crear una licencia de actividad. Encontramos el mismo problema inicial. Puesto que el problema no tiene una solución lógica, el conflicto ha sido llevado a un simple guerra de competencias, una guerra comercial. El cliente de taxi que realmente necesita un taxi, respaldará un número óptimo de taxis y un nivel de calidad.

Doy por finalizada esta entrada. 19/11/2019

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